lunes, 17 de marzo de 2014

Animales salvajes del trópico (III)

Hermoso ejemplar salvaje de jaguar venezolano


En mi última entrada me referí a los insectos tropicales. Hay tantos y son tan variados que, la verdad, es dificil de explicar. Desde luego, hay insectos en todas partes pero aquí parece que son extra-abundantes. Mi peor recuerdo de los mosquitos, aparte de las experiencias en las selvas de Orinoco fue una vez que decidimos irnos a la playa, un viernes por la noche.

Empacamos nuestros petates, una carpa (tienda de campaña, en el español de venezuela) incluida y nos fuimos, carretera adelante, hasta un lugar que tiene una espléndida playa tropical de esas que sólo se ven en las películas: cocoteros, arena suave, brisa marina, la luna en el fondo, la quietud y el canto de los insectos (siempre hay insectos aquí). La playa está a unos 35 Km de Valencia y se llama Patanemo (bahía de Patanemo). Pues bien, montamos nuestra carpita y nos dispusimos a comer un bocadillo y después, ya algo cansados irnos a dormir.

De pronto llegó una nube de mosquitos. No cien o mil, sino millones, millones por todas partes. Se hizo dificil respirar pues se metían por la nariz y por más que te taparas, te acribillaban a mordiscos y picaduras. Ni el repelente de mosquitos tuvo efecto. La escena no duró mucho. Convencidos de que ni dentro de la carpa se podía escapar, decidimos desmontarla, recoger los bártulos y, ... regresar a casa, de donde habíamos salido apenas unas horas antes.

Y es que, en ciertas playas, la plaga se presenta en la mañana y al anochecer. Pero un plaga insoportable, que se te pega y no hay forma de evitarla. Una solución, que funciona muy bien, es hacer una fogata. El humo aleja los mosquitos bastante bien y se puede pasar el rato, hasta que a partir de cierto momento, desaparecen.

Pero bueno, ¡parece que estoy enganchado en los insectos! En realidad, hoy quería hablar (¿escribir es hablar?) de otros animalitos del trópico, en especial de las aves, que las hay, muchas y muy variadas.

Y es que desde antes de que amanezca, todos los días del mundo hay un concierto celestial. Miles de pajaritos entonan sus cantos, comenzando unas dos horas antes de que salga el sol. A partir de cierto momento, ya dejan de cantar. Y durante el día se oyen con frecuencia otros pájaros, creo que mucho más grandes, a juzgar por la fuerza de sus sonidos. Las "guacharacas" es uno de ellos. Es un ave bastante grande, casi del tamaño de una gallina pequeña, que produce un sonido muy peculiar. Otros pájaros que se ven en bandadas en las tardes son los periquitos, que sobrevuelan la casa, en grupos de cientos, todos juntos, todos girando al mismo tiempo y todos yéndose simultaneamente. Se les conoce, además por el sonido que producen, una especie de chirrido muy particular.

Tucán venezolano que habita en las selvas del amazonas


Y aunque no se ven con frecuencia en estado salvaje, también hemos avistado a tucanes y loros. El tucán, en especial, es un pájaro muy bello. En algunas casas y hoteles se les tiene en libertad, pues se acostumbran a que se les alimente y no se suelen alejar y se muestran a los visitantes. ¡Bello animal!

Hablando ya de otros animales, muchas veces nos hemos topado con "rabilelaos", que es el nombre que les da a estos extraños y torpes animalitos que, en realidad, son marsupiales. Es decir, como los canguros, llevan a sus crías en bolsas. Tienen un aspecto muy raro, como una especie de ratón grande y son tímidos y se alejan en cuanto pueden. Por las noches, en las carreteras, se les suele ver por el reflejo que producen sus ojos cuando los faros de los coches le iluminan.

El "rabipelao", un marsupial venezolano


Otro animal que se ve con cierta frecuencia es el "cachicamo", que es una variedad de armadillo y que está en peligro de extinción porque se le caza por su carne, que al parecer es muy sabrosa. Un día apareció uno cerca de la casa y los perros empezaron a ladrar y el animalito se asustó. Lo vimos cuando se alejaba, no muy rápido, del jardín. Otro día me encontré a los obreros que estaban haciendome la casa comiéndose uno asado. Desde luego, me horroricé y les formé tremendo lio, explicándoles que hay que respetar a los animalitos, en especial esas especies tan raras que aún andan cerca de la civilización. La verdad, en los últimos años se han visto muy rara vez y debe ser por que son buscados y cazados. No hay nada más triste que ver como matan, a palos, a uno de estos hermosos ejemplares.

Cachicamo (armadillo) de los llanos venezolanos


Desde luego, los venados abundan, sobre todo en los llanos. Y donde hay venados, hay cunaguaros. Este es un animalito bastante peligroso, que también está en extinción debido a su caza indiscriminada. El cunaguaro es un gran felino, muy similar al jaguar americano, pero de menor talla.

El cunaguaro, un felino venezolano
En una viaje que hice con mis hijos a lo más profundo de la selva venezolana, a Güaniamo (estado de Amazonas), donde hay la minería de diamantes, nos paramos en un puesto de la Guardia Nacional y para nuestra sorpresa estaban vendiendo uno, pequeñín, como un gatito, por un precio insignificante. Y eso que eran guardias cuyo trabajo, entre otras cosas, es la de preservar la flora y la fauna. La necesidad, amigos, hace que la gente se comporte como si nada le importara por unos pocos centavos. No me imagino adonde iría a parar este pobre animalito. Además del cunaguaro, hay otros grandes felinos (yo no les he visto salvajes, pero unos amigos que son cazadores si me han echado los cuentos) tales como el jaguar americano, que aquí llaman "tigre". Este animal forma parte de la cultura de los llanos venezolanos y es citado en canciones populares. Hay dos poblaciones en el estado de Anzoátegui llamadas El Tigre y El Tigrito. Seguramente tiene algo que ver con estos bellos animales.

El tigre también aparece en el floklore venezolano. Para muestra, les ofrecemos este joropo El Tigre de Payara.



Y termino por hoy con esta canción popular de los llanos venezolanos, El tigre de Masaguarito. Desde luego, la letra es difícil de entender, hay que oírla con mucha atención. ¡Que se diviertan!

 

sábado, 15 de marzo de 2014

Los animales salvajes del trópico (II)

Nubes de termitas que aparecen con las primeras lluvias tropicales


Hoy continúo con mis cuentos sobre los animalitos y animalotes que hemos visto en Venezuela, en tantos años que he vivido en este maravilloso país. La cantidad y variedad de animales salvajes, desconocidos para un europeo canario, como yo, son asombrosas.

La casa donde vivo, en Carialinda, siempre me ha parecido "el paraiso de un entomólogo". Es que son tantas las variedades de insectos, pequeños, grandes y extra-grandes, que hemos visto con el pasar de los años que me tomaría varios días y muchas páginas describirlos.

Tal vez el insecto que más me ha llamado la atención, por lo abundante, es una especie de comején (o termita) que tiene un ciclo de vida muy corto. Resulta que al caer las primeras lluvias tropicales, una especie de monzón, por alguna razón se reactivan las larvas. Y de pronto, surgen por cientos, miles, millones y se convierten en una especie de nube que penetra en las casas especialmente atraidas por los bombillos o focos de luz. Son tan abundantes que al día siguiente hay que recogerlas, muertas ya, con una pala, barrer las habitaciones y sacarlas por montones. Son un auténtico fenómeno que se da muy poco en las ciudades pero que en el campo, donde vivimos, es algo asombroso. Duran dos o tres días al cabo de los cuales no los volvemos a ver sino hasta el año siguiente. Los que más se divierten son los perros, que se hartan de comer termitas. Al fin y al cabo, son proteinas...

Otros insecto interesante son los escarabajos, bastante grandes, que abundan en época de lluvia y que andan por todas partes. Y hemos visto y admirado unos mantis religiosos, unos extraños y delicados insectos, algunos de ellos que parecen como si fueran la ramita de un árbol, con patas y cuerpo extremadamente delgado y fino, de color madera, que se confunden con cualquier arbol. Y miles de todo tipo de otros insectos, cuyos nombres desconozco pero que seguro harían las delicias de un científico.

En uno de nuestros viajes con mis hijos, llegamos a navegar Orinoco arriba. En esta excursión tuvimos ocasión de conocer a los indígenas venezolanos en su estado casi natural. Dormimos por varios días en hamacas, que aquí llaman "chinchorros", con un mosquitero cubriéndolo. ¡Y menos mal! Porque si ustedes creen haber sentido o visto mosquitos en partes de Europa, o incluso en la Venezuela citadina, vengan al Orinoco, amigos, para que sepan lo que es bueno... Los mosquitos del Orinoco no son grandes, son casi invisibles y los llaman "jejenes". Son tan pequeños que es imposible verlos a simple vista. Pero pican que da gusto y el picor y la molestia sigue y sigue sin parar. La gente llama a estos insectos "plaga" y es que eso es realmente lo que son, una auténtica plaga. Para evitarla los guías sugieren que nos frotemos el cuerpo, en especial las parte descubiertas, con aceite para bebés mezclado con vitamina E que se consigue en farmacias. También hay unos rociadores (spray) anti-mosquitos, de una marca muy conocida (Plagatox, Moskill)) pero la verdad es que huelen horrible y no son tan efectivos como uno quisiera, pero si alivian un poco y alejan las plagas.

Araña mona típica del Orinoco


En ese mismo viaje tuvimos oportunidad de conocer por vez primera las "arañas mona", que son una especie de tarántula peluda cuya picadura no debe ser muy agradable. Son arañas de las más grandes del mundo y forman parte de la alimentación de los indígenas venezolanos, en especial de las tribus de los yanomami. Nuestro guía venezolano, cuando andábamos por la selva, se esforzó en conseguir un ejemplar y nos lo mostró. También la capturó y en la noche, alrededor de una fogata, lo asó para comérsela.Aparentemente es muy sabrosa su carne, una especie de "crema", y de seguro que los indígenas lo aprecian como un auténtico manjar. Pero nosotros, la verdad, ni lo probamos...Al fin y al cabo, somos unos tontos occidentales que no sabemos apreciar estas supuestas delicias culinarias.

También vimos las grandes hormigas del Orinoco, especie que, cuando se proponen "comerse" un bosque completo, constituyen  "la marabunta", compuesta por millones de ejemplares de las llamadas hormigas guerreras. Desde luego, ni se les ocurra cogerlas o estar cerca porque ¡tienen una mordida muy dolorosa! Las hormigas abundan en todas partes del trópico, al igual que en Europa. Pero las variedades que existen aquí son extremas. En las ciudades se encuentran, principalmente, las "candelitas", que producen un dolor tremendo, parecido a una quemadura y de ahí su nombre. Si por error, se pisa una colonia de estos ejemplares, hay que sacudírselos de inmediato so pena de pasar un malísimo rato. ¡Caray, como pican las candelitas! Otra hormiga muy agresiva, que se encuentra en jardines y lugares selváticos es el "bachaco", una hormiga grande, que se come las hojas tiernas de las plantas y las deja, literalmente, peladas. Los bachacos, además, tiene grandes colonias, trabajan sin parar día y noche y se las puede ver cuando forman una especie de "río" que va de un lugar a otros con cientos, miles, de estos insectos caminando, buscando hojas tiernas, cortándolas en pequeños pedazos que puedan transportar y después haciendo el viaje de vuelta a sus cuevas. Para extinguirlos, mis hijos, de pequeños, solían pedirme gasolina para echarles en el nido (bajo tierra) un chorrito y a continuación, ¡bum! una explosión al acercarle un fósforo prendido. Nos reíamos, pues nos imaginabamos que la explosión mataba a un buen número de hormigas, pero siempre quedaban algunas para seguir comiéndose las matas y arbustos. ¡Una auténtica plaga!

El "bachaco culón" a partir del cual se hace el picante llamado "catara", típico de la zona selvática alrededor del río Orinoco


Por último, para terminar este divertido tema de los insectos tropicales (hay muchos que no he mencionado, claro), tenemos los "bachacos culón", que son también del Orinoco y que los indígenas preparan con jugo de yuca como "picante" y se le conoce con el nombre de "catara". Y es que, en efecto, estas hormigas así preparadas, tienen un picor muy particular que las hacen muy atractivas para quienes quieren tener un sabor fuerte en sus comidas o asados. La catara solo se consigue en lugares cercanos al Orinoco o en plena selva aunque según parece se está comenzando a comercializar, en pequeña escala y es facil conseguirlo el lugares tales como Puerto Ayacucho, estado Amazonas.

Bueno, todavía me falta mucho de que hablar: rabilepados, cunaguaros, y las numerosísimas aves tropicales. Toda una fauna desconocida en Europa, pero que aquí forma parte de la naturaleza, de las historias, de la cultura de este trópico venezolano.

 Es todo por ahora...

martes, 11 de marzo de 2014

Los animales salvajes del trópico (I)




La naturaleza se manifiesta en todo su esplendor en los trópicos. La flora, insectos y animales salvajes muestran una cara desconocida para el europeo o norteamericano. Hoy intentaré explicar mis vivencias en el reino animal.

El camaleón (iguana) es tal vez el animal más llamativo. Su extraña cabeza, su papada, la espalda espinosa, sus patas dotadas de tela entre los dedos, su larga cola y sus bellos colores hacen de estos animales un auténtico espectáculo. Las iguanas se encuentran en todas partes y en algunos lugares se les cuida y se les protege. En la sede del rectorado de la Universidad de Carabobo hay varios de estos maravillosos animales que caminan entre la grama y los pasillos, sintiéndose dueños de lugar. Nadie las molesta, sólo las admiran y más de un visitante extranjero se ha quedado asombrado al ver la libertad con que pasean por los jardines y caminerías.

Iguanas en el jardín del Hotel Intercontinental, Valencia (Venezuela)

Algunos campesinos las persiguen para sacarle los huevos que tienen en su interior. Esto es un crimen contra la naturaleza y, desde luego, está prohibido. Pero igual lo hacen, por necesidad o por diversión. Abren al pobre animal por la panza, le sacan los huevos si los tiene y las dejan libre. En ocasiones, las "cosen", mediante un tosco método que supongo hace que el pobre animal muera al poco tiempo.

Chigüire venezolano, el roedor más grande del mundo


Otro animal digno de ver es el "chigüire" (nombre científico hidrochoerus hidrochaeris) o capibara, que es el roedor más grande del mundo. Este animal vive libremente principalmente en los llanos venezolanos, en la zona sur-este de Venezuela y puede verse cuando se transita por las carreteras jugueteando en los charcos. Su carne es muy apreciada, en especial en Semana Santa (se vende seca y salada en los mercados populares)  y también se las cría en cautividad para el consumo humano. Es una especie protegida y, gracias a eso ha sobrevivido a pesar de que es perseguida por su apreciada carne.

Babos cerca de San Fernando de Apure, al lado de la carretera


Cerca de los chigüires y en el mismo habitat crecen los "babos" o "babas" que son una especie de caimán o cocodrilo, también protegido por el gobierno. Anualmente se conceden permisos para matar algunos miles de ellos, por sus pieles, que se venden a muy alto precio en países europeos. De la piel, sólo se utilizan los laterales (los chalecos, los llaman) que después de un proceso (que se lleva a cabo fuera de Venezuela) son convertidas en carteras, billeteras y cinturones exclusivos y muy caros. Durante varios años hubo veda y gracias a eso las manadas han crecido. También se intentaron montar "granjas" de babas en cautividad y tuve la suerte de visitar una de ellas y traerme un babito de aproximadamente un año a mi casa en Valencia. El bichito tenía unos dientes afiladísimos y mis hijos, que eran pequeños en ese entonces, jugaban con el, pero con mucho cuidado pues la mordida era muy dolorosa. Un buen día desapareció y no lo volvimos a ver. Años más tarde apareció una baba gigante en el rio que corre por la ciudad de Valencia, el Cabriales. Siempre nos hemos preguntado si no sería ese, tal vez, el babito que se nos escapó. En todo caso, son animales peligrosos y no conviene estar demasiado cerca de ellos. 

Tragavenado de pequeño tamaño, como las que hemos cogido en mi jardín en Carialinda

Otro animal salvaje que llama mucho la atención es la serpiente boa constrictor, que aquí llaman "tragavenados" (¡por algo será que la llaman así!). Las hemos visto, inmensas, en las mismas zonas donde conviven el chigüire y el babo, es decir, en los llanos venezolanos. Al lado de la carretera, uno se aleja unos metros, siempre con mucho cuidado, y las puede ver semisumergidas en los charcos, compartiendo con los otros animales. Pueden tener un tamaño enorme, tal vez 8 o 10 metros de largo. En mi casa, en Carialinda, en plena civilización, hemos cogido varios ejemplares de unos 2 a 3 metros, que después soltamos montaña arriba. Son muy mansas (las pequeñas, claro) y no muerden. Como se alimentan de roedores y otras serpientes  son muy útiles y por lo general los campesinos no las matan.

Uno de los más temidos animales de Venezuela son las serpientes o "culebras" como se les llama por aquí. Se encuentran en muchos lugares, sobre todo cerca de los bosques o jardines. Las hay venenosas, muy venenosas, e inocuas, que ni muerden. Desde luego, una de las más comunes y peligrosas son las mapanares, animales estos que son agresivos y si llegan a morder tienen un veneno muy potente que puede  causar la muerte en poco tiempo. En realidad, hay un temor exagerado a las culebras: solo atacan si se las molesta. Por otra parte, sólo hay tres especies venenosas en Venezuela: las mapanares, en diversas especies; las corales; y las cascabel. Todas las demás carecen de veneno y aunque pueden morder, no son para nada peligrosas (excepto las tragavenados grandes). 


Mapanare típica, como las que abundan en Carialinda

En la zona boscosa donde vivo, en Carialinda, hemos encontrado muchas mapanares, pequeñas y grandes, y algunas pocas corales. Las cascabel son más bien propias de terrenos mas calientes, tales como Margarita o las zonas áridas y calurosas del país. Al principio de vivir aquí teníamos bastante temor. Con el tiempo, hemos visto que se puede convivir con estos animales, por más peligrosos que sean. La forma de capturarlas, cuando las vemos (me refiero a las mapanares) es marearlas con un palo de escoba o un instrumento rastrillo de recoger hojas. Como tienen poca energía, porque son de sangre fría, se cansan en poco tiempo. Entonces, al estar cansadas, se quedan quietas y es fácil capturarlas con un envase de plástico de los que se usan en la cocina para poner alimentos en la nevera. Se coloca el envase, invertido, con mucho cuidado, sobre la culebra. Después, se va colocando la tapa, deslizándola por el suelo hasta que finalmente la culebra queda atrapada dentro del envase. Entonces se invierte, se tapa bien y se le hacen unos huecos a la tapa con un clavo caliente, para que respire. Así las hemos recogido varias veces, para llevarlas al serpentario (la última vez no la quisieron tomar porque tenían demasiadas mapanares). Otras veces las soltamos algo alejadas de la casa, y les perdonamos la vida. El señor que nos trabaja el jardín, un colombiano mayor y muy buena gente, el señor Andrés, dice que "no hay culebra buena" así es que culebra que ve culebra que mata (y ya son muchas las que ha matado, sobre todo cerca de las zanjas). 

Desde luego, cada vez que se camina por el campo, en especial de noche, hay que estar muy prevenido y no confiar para nada en la suerte. Las mapanares son animales peligrosos y nunca se sabe en que momento la vamos a encontrar, generalmente enrollada, cerca de nosotros. Las últimas que cazamos median cerca de un metro. ¡Un animalito peligroso! Mejor tratarlo con respeto...En el trópico, uno desarrolla la habilidad de "ver" cualquier patrón que pueda ser parecido a una serpiente. Las ramas caidas, raices o cualquier objeto que nos recuerde a uno de estos "simpáticos" animales es de inmediato detectado por el cerebro y procesado sobre si es o no un animal. Así son las cosas en el trópico...

Bueno, y es todo por hoy. Otro día hablaré de los cunaguaros", de los loros, pericos y guacamayas, de los rabipelados y de los infernales mosquitos del Orinoco, de las arañas mona, de los bachacos y de los cangrejos de rio, entre otras cosas.


jueves, 6 de marzo de 2014

Un día en el trópico



El trópico, esencialmente, es sol y calor. Sol que deslumbra. Calor pegajoso, calor fatigoso que hace que el menor trabajo se convierta en un esfuerzo mas allá de las posibilidades. Las mañanas, desde casi cuando amanece, el sol alumbra, brillante, despiadado. Las personas aquí se levantan (se "paran", en el español venezolano) a las seis o aún más temprano. Preparan café, muchos al estilo antiguo (un "guayoyito"), es decir, café claro, colado en una manga. Y es que la fuerza del astro es tal que no hay forma de esconderse, ni detrás de cortinas o persianas. El astro rey lo inunda todo, es la alegría del nuevo día que comienza fuerte, fuerte, sus rayos caen, imponentes, sobre todo lo que nos rodea.

El cambio de la noche al día, el despertar de la naturaleza, que en las latitudes más al norte suele tardar horas, aquí, en este trópico impenitente sólo dura unos 15 minutos. Ahora es de noche; y ahora es de día. En unos minutos, muy breves, pasamos de la noche al día, un crepúsculo acortado, acelerado, que nos lleva de la penumbra más profunda al esplendor mágico donde todo se puede ver, sin sombras, sin claroscuros: la luz irrumpe, rompe la noche, aclara lo que hace unos minutos era sólo oscuridad.

Y así, segundo a segundo, va el sol levantando su vuelo, rápido, violento, despejandolo todo, alumbrándolo todo, aclarándolo todo. Y sigue, hasta que al mediodía, el brillo y el calor nos envuelven, nos cubren con un manto de energía, cuando hasta pensar cuesta trabajo. ¡Ay, que calor, Dios mío!

Y a medida que sube, que pasa por encima de nuestras cabezas, el astro nos lleva al paroxismo del calor: es "la hora del burro", como le dicen los venezolanos. Hora de recostarse en un chinchorro, si está a la mano, en un camastro cualquiera, con tal de alejarnos, por un rato, de estas temperaturas. Siesta, reposo, descanso de ese calor que todo lo permea, que todo lo rodea, que todo lo engulle.

Y poco a poco, se acerca mi hora favorita. A partir de las cuatro de la tarde, comienza el astro rey a declinar. Su dominio va dejando lugar a una brisa fresca, vigorizante, ligera, maravillosa. Es la hora en que comienza la tarde, cuando el calor va siendo reemplazado, poco a poco, por esa temperatura casi ideal en que ni hace frio ni calor, cuando todo está bien. Hasta que, ya cerca de las seis, nuevamente desaparece el dominio de la luz y reaparece la oscuridad. En muy pocos minutos, nuevamente, pasamos de la más brillante de las luces a la más profunda de las oscuridades. Es el fin del día, que se acerca rápido, rápido, galopando y dejando en el cielo estelas de mil colores, nubes lejanas donde aún llegan los rayos, como en esas postales que muestran a un Dios, en su trono, rodeado de rayos de luz y color. Así es el día en en trópico.

Y se preguntará el lector como se puede vivir, trabajar, producir, en estas condiciones. Es cuestión de adaptación. Y, al menos en Venezuela, no en todas partes es igual. Desde luego, un mediodía en los llanos, en San Fernando de Apure, o en Barinas, o en Ciudad Bolívar o en Maracaibo, es como para cuidarse. En cambio, en poblaciones situadas en las altas montañas, Mérida, Táchira, los pasos por la cordillera andina, no sólo no son calurosas sino más bien todo lo contrario. En pueblitos como Mucuchies, o en ciudades como Trujillo, las temperaturas diurnas no pasan de los 15 grados y las nocturnas bajan a veces hasta los 5 o 7 grados. ¡Frío, hace frío también en este trópico! En mi pequeño paraiso, en Carialinda, donde tengo mi casa, la temperatura de día es fresca y de noche hace frío, frío de chaqueta, frío de dormir con, al menos, una "cobija" (en el español venezolano, una manta).

Y las lluvias, que no son lluvias, son torrentes de agua que bajan de un cielo que pareciera contener todos los ríos del mundo listos para volcarlos sobre esta tierra de gracia (así llamó Colón a Venezuela, aún antes de haberla bautizado). ¡Que lluvia, Dios mío! Este es, tal vez, el espectáculo de la naturaleza que más aprecio. Porque cuando llueve, cuando cae lo que los venezolanos llaman "un palo de agua", es que pareciera que todo el agua del mundo cae de una sola vez.



Después del torrente, del aguacero inclemente, a los pocos minutos, el astro rey de nuevo, a brillar, a competir con las nubes que habiendo descargado sus líquido, exhaustas, se retiran a quien sabe donde. Y al poco rato, de nuevo, ese vaho que se desprende de los suelos, ese vapor pesado y pegajoso que llena nuestras camisas de sudor, se materializay se apodera de todos los espacios.

Curiosamente, las estaciones en el trópico son sólo dos: la temporada de sequía, llamado aquí "el verano"; y la temporada de lluvias, o "el invierno". Temporada de lluvia, seis meses, a veces todos los días, sin parar; y temporada de sequía, otros seis meses de lluvias escasas o nulas. El verano, de noviembre a abril, el invierno de mayo a octubre. A veces, la lluvia cae, día tras día, a la misma hora; a veces cae por días; a veces cae a ratos.

El venezolano es experto en predecir el tiempo. No necesitan ni televisión ni previsión del tiempo. "Hoy como que va a caer un palo de agua", dice el campesino, o el citadino; y rara vez se equivocan. Los venezolanos tienen la clarividencia en sus genes: pueden predecir el tiempo mejor que nadie. "Hoy, como que no va a llover". Y, efectivamente, hoy no llueve.

Las chicharras, una especie de insectos, empiezan sus cantos poco antes de la temporada de lluvias, anuncian las lluvias por venir. El sonido que producen es muy agudo y el que no esté acostumbrado puede sentirse molesto o perturbado. Para mi, el sonido de la chicharra es como una música que anuncia los buenos tiempos por venir.

A continuación, para quienes no la hayan oído, un corto vídeo con el canto de la chicharra.




También las ranitas, en especial por la noche, producen una música monótona pero a la vez diferente de instante a instante.

Los atardeceres, en muchas partes del país, son espectaculares. En especial Barquisimeto, conocida como la ciudad de los crepúsculos, tienen una especialísima belleza.



Pero tal vez, la imagen de las playas tropicales, llenas de rubia y fina arena, de cocales, del suave aroma que traen los vientos impregnados de sal, es una de mis preferidas y donde he tenido los momentos más gratos en esta Venezuela tropical.

Pero de eso hablaré otro día, cuando me refiera a las maravillosas playas venezolanas.

domingo, 2 de marzo de 2014

Con la música a otra parte (III)

Por estos días he leido la noticia: Paco de Lucía, el gran guitarrista gaditano acaba de morir. Un infarto; en México, donde tenía su rincón de vida. Triste noticia esta, la desaparición física de tan notable músico. Los vecinos de Algeciras, provincia de Cadiz, donde nació y creció se volcó a darle un último adios. Una gran tristeza para el alma de España, pues si algo representaba Paco era eso: el espíritu español.

Nunca tuve la suerte de oirlo personalmente. Sólo gracias a la magia de los discos y ahora, de YouTube. Una de mis piezas preferidas es precisamente, Concierto de Aranjuez, del gran compositor español Joaquín Rodrigo, tocado por el magnífico Paco de Lucia.




En cuanto a la música poplar española, desde pequeño escuché, como todos los niños de mi época, las coplas populares. Tuve la suerte de asistir en Catarroja, pueblito donde viví unos años, a las presentaciones que se hacían en el verano, todos los sábados, en una especie de teatro improvisado en el espacio de una piscina (en aquel entonces, como ahora, habían piscinas donde pagando tu entrada tenías derecho a darte un chapuzón, algo especialmente grato en aquellos largos y calurosos veranos valencianos). Muchas de las canciones, populares aún hoy en día, las escuché, cantadas y bailadas por aquellas flamencas, no se si andaluzas. que iban de pueblo en pueblo, propagando la música y danzas populares. Canciones como "La zarzamora", "Pena, penita, pena" y muchas otras formaron parte de mi niñez y adolescencia.

 

 Y desde luego, Camarón, Camarón de la Isla, el revolucionario cantaor flamenco a quien si tuve la suerte de oir y ver, en uno de mis viajes a Andalucía, en un pueblito cercano a Málaga, Alhaurín el Grande. Una noche de flamenco absolutamente inolvidable. Aquí les dejo, con nada menos que Camarón y Paco

 

 La música española ha sido mi amiga y compañera toda mi vida, aún cuando en los muchos años vividos en Venezuela, poca ocasión tuve de oirla. En especial, la música flamenca que a mi juicio, representa mejor que nada el espíritu español.

Y, bueno, continuará...