Memorias de un canario que llegó al trópico (Venezuela), quedó embrujado y allí vivió hasta el fin de sus días
jueves, 13 de febrero de 2014
El día después
Ayer recibí muchas sorpresas. Gracias a Facebook muchos amigos, viejos, jóvenes, de aquí y de allá, me enviaron notas de felicitación. A algunos no los he visto por años; otros están por aquí mismo y los puedo ver con facilidad. A todos, absolutamente a todos, mil gracias por acordarse de mi, por enviarme una nota, aunque ya se que es gracias a los buenos servicios del amigo Zuckerberg que muchos de ellos han sabido que cumplia años. Igual se agradece.
Y para colmo de sorpresas, en la noche cayó por la casita de Carialinda un amigo, colega y exalumno de la Universidad, que me tiene especial aprecio, el amigo Rafael García Elías. Y trajo, ¡nada menos ni nada más, que una torta! ¡Y de chocolate! Desde luego, compartimos un buen rato, y entre chistes y cuentos prendimos la velita (¡por Dios, sólo una!) y cantamos, yo incluido, lo que se estila en estas ocasiones: cumpleaños feliz...
Hoy, 13 de febrero, amanece un bello día. Sin pensarlo mucho me levanto y comienzo lo que se ha convertido en mi diaria rutina, mi sagrada rutina: mis ejercicios. Media horita, tal vez algo más o menos, de movimientos suaves, progresivos, que me ayudan a mantener el cuerpo en forma, o al menos no tan tieso. Que ese es uno de los males del tiempo: el cuerpo se pone tieso, es dificil doblarse, duele la cintura, ... ¡pero estoy vivo! Y los ejercicios me transforman, me ayudan a mejorar mi postura, me quitan la tiesura, esa rigidez de los señores mayores -aunque no lo quiera, ahora soy uno de ellos.
Y así, después de una ducha caliente, el pequeño gran placer de mis días, comienzo una jornada más. Pienso en todo lo que debo hacer hoy, mientras me visto. Miro a mi alrededor y, una vez más, me reprocho por el desorden de mi cuarto. "Después lo arreglo". Y así, me sumerjo en mi nuevos quehaceres, mis ocupaciones, mis descansos, mis ratos de comunión con la naturaleza. Y antes de que me de cuenta, se hace ya casi la medianoche, y toca leer, escribir y finalmente dormir, ese sueño renovador de quien ha hecho lo mejor que ha podido de esas horas que la vida me regala.
Termino con un fragmento de un viejo poema de doña Victoria Ventura (1891-1970):
"Un año más: no mires con desvelo
La carrera veloz del tiempo alado
Que un año más en la virtud pasado
Un paso es más que te aproxima al cielo"
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Hoy, cuatro días después de su cumpleaños, lo felicito, profesor, por su energía inagotable, esa que queda al descubierto, plasmada en este blog, en cada ejercicio intelectual y emocional suyo. Un fuerte abrazo y mi gratitud por incluirme entre sus avisados lectores. Mariela Amaro
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