viernes, 18 de abril de 2014

Viaje a lo profundo de la selva (I)



Siempre he tenido gran curiosidad por conocer la profunda selva tropical venezolana. Recuerdo muy bien los cuentos de un grupo de franceses, en noviembre de 1952, que conocí en mi trabajo. Eran amigos del "monsieur Piret" (así llamábamos al señor Jean Piret, dueño de la empresa donde yo trabajaba). Años después comprendí la importancia de ese grupo de exploradores pues ellos formaron parte de la expedición franco-venezolana para descubrir las fuentes del rio Orinoco, al mando del mayor Franz Risquez Iribarren que exploró la selva amazónica con el propósito de encontrar, como dije, las fuentes del Orinoco, que descubrieron el 27 de diciembre de 1951 (yo llegué a Venezuela en agosto, 1952).

Mi imaginación volaba a oír a los exploradores franceses contar las maravillas que habían visto sobre los indígenas, sus costumbres, los animales salvajes, las arañas monas, ... , sus aventuras, problemas y su regreso triunfal a la civilización. Fue una suerte haberlos conocido y a la vez un acicate para que algún día pudiera, si no repetir un viaje irrepetible, al menos echar un vistazo a esa inmensa selva que es el Amazonas, conocer algo de sus misterios, su naturaleza, su belleza.

A veces leía en los periódicos los reportajes sobre viajes de los misioneros cristianos, que regresaban contando historias extraordinarias sobre estas tierras al parecer tan remotas, pero que forman parte del geografía de Venezuela. Siempre con la ilusión de, algún día, adentrarme en lo profundo de la selva. Cuentos y libros sobre los pueblos indígenas, los maquiritares, los yekuana, yanomami y muchos otros, sus flechas envenenadas con curare, sus formas de navegación en "curiara" (especie de bote hecho totalmente de un solo tronco de árbol ahuecado mediante hacha y fuego), sus arcos y flechas, ... en fin, tantos recuentos interesantes y, al parecer, tan cerca de las ciudades.

Hasta que en 1997 se me presentó la oportunidad. Estábamos en época de vacaciones escolares, teníamos un auto apropiado para la aventura (un viejo vehículo de tracción en las cuatro ruedas, marca Willys Wagoneer, un clásico de la época), algo de dinero y muchas ganas de viajar por el país.

La Wagoneer del 82, un gran vehículo todo-terreno, fuerte y versátil

Salimos de Valencia un buen día de agosto, en compañía de mis hijos, Gabriel y Miguel Angel, y de una joven parejita amiga de mis hijos (Jean y Milaidy), para llegar, ese mismo día a una posada que me habían recomendado, muy cerca del pueblo de Corozo Pando, a unos 70 Km de San Fernando de Apure (capital del estado llanero de Apure). La posada en realidad era una gran habitación con muchos chinchorros (hamacas, en el español de Venezuela) para descansar y dormir. Allí estuvimos conversando, cenamos algo muy frugal  y dormimos hasta el día siguiente. El viaje desde Valencia hasta estos lugares va cambiando desde las zonas montañosas de Carabobo y los valles esplendidos de Aragua, hasta llegar a San Juan de Los Morros, lugar que se distingue por unas montañas, muy cercanas a la ciudad, conocidas como "Los Morros".

Los famosos "Morros" cercanos a San Juan, estado Guárico

La carretera entre Valencia y Corozo Pando es bastante buena, asfaltada, con tramos, sobre todo después de San Juan muy rectos y con vegetación de sabana.

Al día siguiente, después de comer unas sabrosas arepas partimos muy tempranito hacia el sur de Venezuela. El primer lugar en la vía es San Fernando de Apure, en plenos llanos venezolanos, después de atravesar un lugar llamado Los Esteros de Camaguan, muy nombrados en el canto floklórico. Los esteros son espacios que se inundan con las lluvias y lo mas notable son sus palmeras que asoman a lo largo del camino, por entre las zonas inundadas, llamadas "esteros"

Esteros de Camaguán, cercanos a San Fernando.

De San Fernando es poco lo que se puede decir. Lo hemos visitado, con mis hijos, varias veces pues allí tenía sus negocios de pieles de baba (cocodrilos venezolanos) mi sobrino, Santiago. Es un pueblo muy caluroso, de calles antiguas y casas alineadas unas al lado de las otras, al estilo antiguo de Venezuela. Esta vez hemos pasado de largo, rumbo al sur, rumbo a nuestro destino que es Puerto Ayacucho, capital del estado de Amazonas.

La carretera, parcialmente en construcción, dificil de transitar, nos llevaba por territorios que ya se nos antojaban remotos. El calor se hacía insoportable y el paisaje, llano y llano, interesante pero monótono. Cruzamos cuatro rios sobre las "chalanas", que son unas barcazas donde caben una docena de vehículos, y ya esto sabía a aventura. ¡Imaginen, para este canario, cruzar los ríos a bordo de tan primitivas barcazas!



Uno de los rios, el primero, es nombrado en la más famosa canción venezolana , Alma Llanera, y es el río Arauca. La letra de la canción es como sigue:

Yo nací en una ribera del Arauca vibrador,
soy hermano de la espuma
de las garzas, de las rosas
soy hermano de la espuma
de las garzas, de las rosas
y del sol
y del sol
Si les apetece, pueden oir la canción completa a continuación, interpretada por el gran artista Simón Díaz, (recientemente fallecido).


 O si lo prefieren, esta curiosa versión, realizada por artistas japoneses, que me pareció muy simpática:

 Asi, iba yo tarareando para mis adentros, claro, esta popular canción. Al llegar la tercer cruce nos encontramos con un grupo de indígenas (vestidos a la manera del venezolano, no crean que llevaban taparrabos ni plumas en la cabeza) vendiendo "cataro", que es un picante hecho a base de hormigas, unas hormigas muy gordas (bachaco culón), que es muy, pero muy, picante. Ese fue nuestro primer encuentro con la cultura indígena. Los rios cruzados después del Arauca fueron el Capanaparo y el Cinaruco. Los cruces de rios son divertidos, hay que esperar a que el barquero regrese de la otra orilla o se despierte si está durmiendo la siesta. Y nos aliviaba un poco de la monotonía de la carretera. En verdad, en ese entonces, no eramos muchos los que nos arriesgábamos a viajar por estas remotas zonas del país.

El último río en cruzar, ya al atardecer, es imponente. Se unen dos grandes masas de agua, el rio Meta, frontera entre Venezuela y Colombia y el majestuoso Orinoco. El cruce de estos rios es mediante una chalana mayor que las anteriores, dados los peligros que tendrían barcazas más pequeñas. El lugar es conocido como Puerto Páez. Y el trayecto es bastante largo, algo más de 700 metros, que es donde se estrecha un poco el rio.

Cruce en la gabarra del río Orinoco, cerca de Puerto Páez.

El resto del viaje fue mucho más facil. Una excelente carretera, bien pavimentada, nos condujo en un rato a la capital del estado de Amazonas, Puerto Ayacucho. La vegetación, las piedras, todo cambia al sur del Orinoco. Hay como una magia presente, dificil de describir. Al llegar, buscamos un pequeño hotel, sencillo pero confortable, regentado por alemanes, donde nos quedamos unos días mientras hacíamos los arreglos para el viaje Orinoco arriba, que no es nada sencillo.

Pero ese cuento lo echaré en la próxima entrega.

Continuará...